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El blog de Oxytours

Para el tiempo. Sólo elige cómo hacerlo

El tiempo se puede parar a voluntad, además me atrevería a decir que sin demasiado esfuerzo. Y no es que exista una necesidad expresa para hacerlo, simplemente decides detenerlo. Lo quieres, lo haces. De todas maneras es cierto que puede ocurrir de manera casual, sin previo aviso. Todo se detiene durante un instante fugaz y luego, y esto es lo bueno, te lleva atrás, a reencontrarte con tus recuerdos, quizás con tus raíces.

Mi método recurrente para parar el tiempo y volver atrás es abrir una botella de masaje para después del afeitado guardada a buen recaudo en casa. Abro la botella, huelo su fragancia y sí, se para el tiempo y vuelvo atrás unos cuantos años y oigo la voz de mi hermano, clara y potente. Se para el tiempo y aunque los recuerdos muerden, vuelvo a ellos sin remedio.

Hace pocos días el tiempo se paró también mientras hojeaba una guía de plantas, justo al ver una foto de la Corona de rey (Saxifraga longifolia) y sin poder evitarlo volví a aquellas primeras caminatas absolutamente frías de hace muchos años, subiendo por la pista de Partagat y buscando el Pas de la Rabosa sólo para ver esas mismas Coronas de rey, bordeando la sima y sentándome allá arriba, maravillado de la belleza matemática de su roseta de hojas basales (no creí la existencia de la secuencia de Fibonacci hasta que ví el primer ejemplar de esta planta) siendo de los pocos que la prefiere sin su espectacular y dramáticamente única flor. Magnífica, como Aitana, como las islas a lo lejos, como el vuelo de las chovas. Se paró el tiempo y recordé la extraña sensación de soledad allí arriba, de sentirte felizmente raro.

 

Corona de Rey (www.apatita.com)

 

Sin embargo, una tercera forma de parar el tiempo se presentó de repente, casi a traición. Fue en Polop, en Ca l’Angels, la primera vez que estuve allí. Nada más entrar me cautivó el suelo de la estancia. El pavimento de mosaico, series de losetas multicolor repetidas por doquier (de nuevo belleza matemática) recuperadas de mi memoria infantil. Pero eso no paró el tiempo, todo se frenó justo al primer bocado, cuando probé la escalibada que tenía delante. Creo que fue la simple combinación de los sabores del tomate, la melva y el olor del aceite de oliva. Claro que se todo se detuvo, fui lanzado con fuerza hacia atrás hasta llegar a enormes cocinas olvidadas con mesas y sillas también enormes y chimenea, donde una navaja algo oxidada cortaba jamón y pan, y un tomate como sabía como ese con un aceite que olía como ese.

 

 

Sin duda alguna los sabores auténticos de esta casa te conectan con tus raíces, con tu origen. Porque lo que tienes en el plato es el resultado de algo que poco tiene que ver con la simple transformación de materias primas. La tradición en la elaboración, que va más allá que de madre a hija, que se pierde en la memoria de los valles y calas de esta tierra que ha hablado idiomas que sólo las montañas recuerdan, pero que dio lugar con el paso de los siglos un patrimonio gastronómico que nos identifica como pueblo, nuestro y para todos. La tremenda calidad de los productos utilizados en su elaboración, los tiempos pausados en el fuego, el respeto y la pasión por lo que se crea, el esfuerzo del día a día… el resultado crea un vínculo entre sus historias y las tuyas, un puente entre territorios, los pasados y los presentes.

 

calangels

 

A alguien le puede resultar curioso una entrada donde se hable de gastronomía y no haya ni una sola fotografía de platos magníficamente presentados. Debe ser porque en esta ocasión se habla de las personas y de las manos que crean y sirven estos platos, por lo que hemos preferido ilustrar esta entrada con Vicenta y Paco Teuler, corazón y alma, alma y corazón de Ca l’Angels. Porque son ellos los que lo detienen todo gracias a la perfecta comunión de tradición e innovación de la que hacen gala y  al profundo conocimiento del medio natural que les rodea y los elementos que de él utilizan. En esta entrada, las fotos de los platos no son necesarias, incluirlas es del todo inútil si lo que pretendemos es disfrutar de los sabores y sensaciones de nuestra tierra.

Eso hay que sentirlo. Hay que ir allí. Y que se pare el tiempo.

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– Queremos agradecer a los amigos del restaurante Ca l’Angels de Polop el permitirnos utilizar la foto que capitanea este post. Su web, aquí. Y su blog, también.

– Gracias a Laura Martín por su foto, sus cangrejeras, y por ser inmensa. Su blog, aquí.