“…Quisiera poder describir con fidelidad la sierra del Arabí, en el lado que el mar lame, que el mar acaricia. A la luz de la luna, entre la indecisión de las sombras, sus peñascos desgajados, medio cubiertos por el agua, parecían columnas rotas, estatuas mutiladas, ruinas de templos, aras hechas mil pedazos, altares antiguos heridos y destrozados, dioses que el mar estaba devorando; en una palabra, el naufragio de un pueblo, de una civilización. Yo algunas veces temblaba delante de aquellos escollos inmensos, que se perdían en el cielo, y que parecía que al menor beso de la tranquila ola se embreaban, amenazando desplomarse sobre nosotros…”
Es imposible estar a los pies de los acantilados de la sierra del Arabí, o Serra Gelada, y no sentir lo mismo que describió en 1881 Emilio Castelar, quién fuera presidente de la I República española, un escalofrío infinito mezcla de admiración, de temor, de respeto. Castelar escribió sobre estos acantilados de manera admirable y fue testigo de su belleza sin huella, de las cuevas donde se refugiaban las focas monjes, donde los pescadores aún podían recoger el agua dulce que destilaban sus techos, el mismo lugar donde la recogieron los piratas berberiscos durante más de 300 años.
Porque es cierto que ya sea caminando desde la cala de Ti Ximo buscando la torre de les Caletes o recorriendo el sendero de su cresta, la Serra Gelada siempre sorprende, impresiona y por supuesto intimida, especialmente si la observamos desde el mar. El momento en el que ganas la punta Bombarda con el faro del Albir y los restos de la torre vigía allá arriba, cuando giras buscando la Mitjana y aparece el acantilado en toda su extensión, en ese preciso momento las palabras de Castelar adquieren todo su significado, de golpe, sin previo aviso. No en vano dos elementos paisajísticos se unen aquí para enmudecimiento de quienes los observan. El Mediterráneo horizontal e infinito junto la enorme pared vertical del acantilado, finita, pero igualmente interminable.
Entre los muchos tesoros que esconde este acantilado quizás el más importante no está relacionado con piratas, joyas botánicas o aves protegidas, siendo más bien un preciado recuerdo de climas remotos, de hace miles de años. Un magnífico legado en forma de duna. Pero no se trata de arena normal sino arena anclada en el acantilado, colgada de él, abrazada a él para siempre.
La duna fósil de Serra Gelada constituye unos de los hitos geológicos más importantes de la Comunidad Valenciana. Sus extraordinarias dimensiones (250 metros de altura y un volumen de arena estimado en 16 millones de metros cúbicos) la convierten en la duna de mayor altura del continente europeo. Además destaca su singularidad botánica, debido al conjunto de especies de arenales que en ella se encuentra difíciles de localizar en conjunto en otros lugares de la provincia. Pero casi nada de esto es comparable a la primera vez que la ves, que tomas consciencia de su magnitud, de su colosal altura, de su excepcional belleza. Belleza amenazada por la erosión continuada producida por el agua de la salida de la depuradora existente al otro lado de la sierra, mordiéndola sin descanso, problema cuya solución alguien debería afrontar de una vez por todas.
Esta sierra litoral alicantina, junto con su frente marino y las bahías de Benidorm y Altea fue declarada Parque Natural por la Generalitat Valenciana en 2005. Más de 5.500 hectáreas de acantilados y fondos marinos protegidos situadas en los términos municipales de 3 localidades de gran importancia para el sector turístico de nuestra región como son el Albir en l’Alfàs del Pi, Altea y por supuesto Benidorm, cuyo icono identificativo por excelencia, su isla, está incluida dentro del Parque Natural de la Serra Gelada.
Un Espacio Natural con un excepcional valor ambiental y cultural donde encontramos escasas aves marinas como el Paiño o el Cormorán moñudo, praderas de la planta marina Posidonia oceanica en las bahías y entre los haces de esta, ejemplares de Nacras de gran belleza, además de plantas rupícolas en el acantilado como la amenazada Silene d’Ifac y dunares como la endémica Linaria arabiniana cuyo nombre científico está relacionado con el topónimo de esta sierra, Penyes de l’Arabí. Desde halcones y delfines hasta peces luna, torres vigía, pecios, plantas atlánticas como la Camariña o incluso un parche arrecifal de coral fósil, mil y un recursos ambientales y culturales en una zona donde hasta hace poco nadaban las focas monjes, se trabajaba la minería de ocre y se calaban almadrabas.
Serra Gelada está enclavada en uno de los destinos turísticos más importantes del estado español. Más de 250.000 personas recorren la ruta del faro del Albir, navegan hasta la isla de Benidorm o realizan inmersiones en la Llosa o la Mitjana cada año. Más de un cuarto de millón de visitantes, entre turistas y residentes, son usuarios de este Parque Natural anualmente, personas que demuestran el importante potencial del medio natural de nuestra provincia como complemento de nuestro destino turístico, complemento diferenciador y de calidad pues Alicante encierra en sus escasos 5.800 kilómetros cuadrados de superficie una diversidad de hábitats casi imposible de encontrar en otra región europea.
Un patrimonio que debe estar tutelado de manera continua por las distintas administraciones responsables de su conservación, conservación que en los últimos años ha sufrido un revés considerable en forma de recortes y que ha originado que el personal de nuestros Parques Naturales, como ocurre con Serra Gelada, sea totalmente insuficiente, y los proyectos de conservación que se llevan a cabo en este, prácticamente inexistentes. Cosas para cambiar a la mayor brevedad posible.
Cada vez que visitas Serra Gelada, a pie o en barco, es imposible no ensoñar con ella, sentir con ella. De esta manera se es capaz de ver aquella barca de leyenda acercándose al acantilado y estando a punto de estrellarse contra él, se introduce milagrosamente en la Cova de la Dona, con aquella doncella en su interior que escapó de los piratas y a la que descubrieron días más tarde, desfallecida, prácticamente muerta. No es difícil entrever a lo lejos esas mismas galeotas del turco que, fondeadas en la cala dels Illots, se esconden de la vista de los atajadores que recorren las alturas del acantilado buscándolas y así poder alertar a sus torres y estas a las gentes de la costa, eternamente en guardia y atemorizadas.
Cierras los ojos y oyes las historias de pescadores, piratas y focas en Benidorm y el Albir, las que escuchó Castelar. Ese tipo de pesca ya no se practica, esas focas monje ya no están, ni volverán jamás. Pero mientras perduren las paredes gigantes, entretanto naveguemos pegados al Cantal Roig o a través del canal de la Mitjana, las historias que cuenta el acantilado resonarán en nuestras cabezas, nunca se olvidarán y su recuerdo siempre estará presente.
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– Señalar que el acantilado de Serra Gelada, desde la punta Bombarda a la punta de les Caletes es una zona de acceso restringido del Parque Natural, por lo que para el desembarco y tránsito por dicho espacio es preciso contar con autorización. Más información sobre el Parque Natural y datos de contacto en este link.
– Recordar aquí a los compañeros de este Parque Natural con los que compartimos muchos días de trabajo, especialmente a Fernando Carmona que patroneaba el Changó el primer día que vi la duna de Serra Gelada desde el mar (y fueron muchos muchos más con él), a Eduardo Mínguez, que hizo caer en mis manos el texto de Castelar en Benidorm y a José Luis Linares, por ejercer de modelo en la foto de la duna fósil. A todos, gracias.